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domingo, 23 de marzo de 2014

UNA BELLA HISTORIA PARA EL DOMINGO


UN PADRE, UNA HIJA Y UN PERRO


¡ Cuidado! ¡casi tocas ese auto de costado! - me gritó mi padre - ¿ es que no puedes hacer nada bien?
Esas palabras me dolieron más que un golpe. Volví mi cabeza hacia el anciano sentado en el asiento junto a mí, desafiándome a contestarle. Se me hizo un nudo en la garganta, y aparté los ojos. No estaba preparada por otra pelea:
- "Yo vi el auto, papá. Por favor, no me grites cuando manejo."

Mi voz fue medida y firme, que sonaba mucho más calmada de lo que realmente me sentía.
Mi padre me miró furioso, después volvió su cabeza y se mantuvo callado. En casa lo dejé enfrente del televisor y fui afuera para componer mis pensamientos. Había oscuras y pesadas nubes en el cielo, prometiendo una lluvia. Un trueno distante retumbó como si fuera el eco de mi agitación interna. ¿Qué puedo hacer con él?
Mi padre había sido leñador. Había disfrutado de vivir al aire libre y le gustaba medir su fuerza contra el poder de la naturaleza. Había entrado en agotadoras competiciones de leñadores, y a menudo ganaba. Los estantes de su casa estaban llenos de trofeos que probaban su habilidad.
Pero los años pasaron implacables.

La primera vez que no pudo levantar un pesado tronco, hizo una broma sobre eso; pero luego el mismo día lo vi afuera solo, tratando de levantarlo. Se volvió irritable cada vez que alguien le hacía bromas sobre estar envejeciendo, o cuando no podía hacer algo que hacía cuando era joven.
Cuatro días antes de cumplir sesenta y siete años, tuvo un ataque al corazón. Una ambulancia lo llevó al hospital mientras el paramédico le hacía resucitación para mantener la sangre y el oxígeno circulando. En el hospital, lo llevaron corriendo al cuarto de operaciones. Tuvo suerte, sobrevivió. Pero algo en el interior de papá, murió. El gusto por la vida desapareció.

Obstinadamente se negaba a seguir las órdenes del doctor. Las sugerencias y los ofrecimientos de ayuda eran rechazados con sarcasmo e insultos. El número de visitantes disminuyó, y finalmente cesaron. Papá quedó solo.
Mi esposo y yo le pedimos que viniera a vivir con nosotros a nuestra pequeña granja. Esperábamos que el aire libre y la atmósfera de granja le ayudaran a ajustar su vida. Una semana después de que llegara, estaba arrepentida de la invitación. A mi padre nada le parecía satisfactorio. Criticaba todo lo que yo hacía. Me sentía frustrada y deprimida. Pronto me di cuenta que estaba desahogando mi rabia con mi esposo. Empezamos a discutir y a pelear. Alarmado, mi esposo buscó al pastor y le explicó la situación. El pastor nos dio citas de consejería para nosotros. Al final de cada sesión, él oraba, pidiendo a Dios que calmara la turbada mente de papá.

Pero los meses pasaban y Dios guardaba silencio. Había que hacer algo y era yo la que lo tenía que hacer. Al día siguiente me senté con la guía telefónica y llamé a cada una de las clínicas mentales que había en ella. Le expliqué mi problema a cada una de las voces llenas de simpatía que me contestaron. Justo cuando estaba perdiendo la esperanza, una de esas amables voces de repente exclamó, "¡Recién leí algo que podría ayudarla! Déjeme ir a buscar el artículo..."

Yo escuché mientras ella leía. El artículo describía un sorprendente estudio hecho en una clínica geriátrica. Todos los ancianos pacientes estaban con tratamiento por depresión crónica. En todos ellos sus actitudes mejoraron en forma excepcional cuando se les dio la responsabilidad de cuidar a un perro. 
Fui a la municipalidad para ver los perros ofrecidos en adopción. Después que llené un formulario, un oficial uniformado me llevó a los corrales de los perros. El olor a los desinfectantes inundó mi nariz cuando entré a las filas de jaulas. Cada una contenía de cinco a siete perros. Los había de pelo largo, enrulado, unos negros y otros con manchas que saltaban, tratando de alcanzarme.

Los fui estudiando uno por uno pero los rechacé a todos por distintas razones, demasiado grande, o demasiado chico, o demasiado pelo, etc. 
Cuando llegué al último corral, un perro desde la esquina más alejada se paró con dificultad, caminó hacia el frente de la jaula y se sentó. Era un pointer, una de las razas aristócratas del mundo de los perros. Pero éste era una caricatura de la raza.

Los años habían puesto en su cara y hocico un poco de gris. Los huesos de sus caderas sobresalían en triángulos desiguales.
Pero fueron sus ojos los que atraparon mi atención. Calmados y límpidos, me observaban fijamente.

Apuntando al perro, pregunté, ¿Qué me dice de éste? El oficial miró, y sacudió su cabeza, intrigado:
- "Él es un poco raro. Apareció no se sabe de dónde, y se sentó en el portón del frente. Lo entramos, pensando que quizá alguien viniera a reclamarlo. Eso fue hace dos semanas y nadie ha venido. Su tiempo termina mañana". Hizo un gesto, como queriendo decir que ya se le había agotado su oportunidad de vivir.
Mientras las palabras entraban a mi mente, me volví al hombre con horror:
- "¿Quiere decir que lo van a matar?"
- "Señora", dijo dulcemente, "Es el reglamento. No hay lugar para todos los perros que nadie reclama."
Miré al pointer otra vez. Sus calmados ojos marrones esperaban mi decisión. "Lo llevaré conmigo", le dije. Y manejé hasta casa con el perro sentado en el asiento delantero a mi lado. Cuando llegué a casa, toqué la bocina dos veces. Lo estaba ayudando a bajar del auto cuando papá apareció en la puerta de enfrente... ¡Mira lo que te traje, papá! dije entusiasmada.
Papá miró, y puso una cara de disgusto:
- Si yo quisiera un perro lo hubiera buscado. Y hubiera elegido uno mejor que esta bolsa de huesos. Quédate con él, yo no lo quiero. Agitó su brazo despectivamente y empezó a caminar hacia la casa.

El enojo creció dentro de mí. Me apretaba los músculos de la garganta y sentía latidos en las sienes. ¡Es mejor que te acostumbres a él, papá, porque se queda con nosotros! Papá me ignoró... 
- ¿Me escuchaste, papá? Grité.
Al decir estas palabras papá se volvió enojado, con sus manos apretadas a sus costados, y con sus ojos entornados con odio. Estábamos parados mirándonos fijamente, cuando de repente, el pointer se soltó de mi mano. Fue cojeando despacio hasta mi padre y se sentó frente a él. Entonces muy despacio, cuidadosamente, levantó la pata delantera.

La quijada de mi padre tembló mientras se quedó mirando la pata levantada. La confusión reemplazó la ira de sus ojos. El pointer esperaba pacientemente. De pronto, papá estaba arrodillado, abrazando el animal. Fue el principio de una cálida e íntima amistad. Papá lo llamó Cheyenne. Juntos, él y Cheyenne exploraron el vecindario. Pasaron largas horas caminando por polvorientos caminos. Iban a las orillas de los rápidos ríos, a pescar sabrosas truchas, pasando largos momentos de reflexión. Incluso comenzaron a ir juntos a la iglesia los domingos, mi padre sentado en un banco y Cheyenne echado silencioso a sus pies.

Papá y Cheyenne fueron inseparables a través de los tres años siguientes. La amargura de mi padre se desvaneció, y él y Cheyenne hicieron muchos amigos. Entonces, una noche, muy tarde, me extrañó sentir la fría nariz de Cheyenne revolviendo nuestras frazadas. Nunca antes había entrado a nuestro dormitorio en la noche. Desperté a mi esposo, me puse un abrigo y corrí al cuarto de mi padre. Papá estaba en su cama, con una faz serena. Pero su espíritu se había ido silenciosamente en algún momento durante la noche.
Dos días más tarde, mi dolor se hizo todavía más profundo cuando descubrí a Cheyenne tendido muerto junto a la cama de papá. Envolví su cuerpo en la alfombra sobre la cual siempre había dormido. Mientras mi esposo y yo lo enterrábamos cerca de su lugar favorito de pesca, le agradecí silenciosamente por la ayuda que me había dado para devolver a mi padre paz y tranquilidad.

La mañana de funeral de papá amaneció nublada y sombría. Este día se ve de la misma manera que yo me siento, pensé, mientras caminaba hacia la línea de bancos de la iglesia reservados por familia. Estaba sorprendida de ver la cantidad de amigos que papá y Cheyenne habían hecho, que llenaban la iglesia. El pastor comenzó su elogio del difunto. Fue un tributo para papá y para el perro que había cambiado su vida.

El pastor citó Hebreos 13:2. "No dejes de dar hospitalidad a forasteros, porque haciéndolo, algunos han recibido ángeles sin saberlo".Muchas veces he agradecido a Dios por haberme enviado un ángel, dijo.
Entonces me di cuenta, y el pasado cayó todo en su lugar, completando un rompecabezas que no había visto antes: aquella amable y simpática voz que me leyó aquel artículo sobre el estudio en la clínica geriátrica. La inesperada aparición de Cheyenne en el lugar de los perros para adopción. Su calmada aceptación y completa devoción a mi padre y la proximidad de sus muertes. Y de repente, comprendí. Me di cuenta que, ciertamente, Dios había contestado mis plegarias en busca de su ayuda.
La vida es muy corta para hacerse dramas por cosas sin importancia, así que: 

- Ríe con fuerza, ama con sinceridad y perdona rápidamente. Vive mientras estés vivo.
Perdona ahora a aquellos que te hacen llorar. Quién sabe si tendrás una segunda oportunidad.
(Desconozco su autor)






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Nuestros Amados "Compañeros de Ruta"

Ellos son nuestros ángeles de cada día, aquellos en quienes depositamos todo el amor más puro y profundo que podemos dar, para quienes amamos a los animales de este modo, ellos son una parte muy importante de nuestra vida y nos completan realmente, pues nos dan ese sentido de incondicionalidad permanente, sobre todo cuando hablamos de nuestros amados perros que, entre todas las mascotas, son mis preferidos por ello verán aqui muchas imágenes alusivas a ellos....
Son nuestros eternos compañeros de ruta, nuestras mascotas, quienes con solo estar nos alegran nuestra cotidianeidad,son quienes dependen de nosotros para todo, pero que también nos hacen depender de su afecto, su entrega total y desinteresada y su amor incondicional.

¡Uno los ama tanto! son tan hermosos y nos dan tanto sin pedirnos nada a cambio, están siempre y solo necesitan de nuestro amor y compañía.... por eso es tan difícil cuando nos dejan, cuando parten pues nosotros tenemos que continuar nuestra vida sin ellos.

Sin embargo, a su lado, tristemente para nosotros, aprendemos que el corto tiempo que nos dan en esta tierra, es para que evolucionemos y nos transformemos en mejores personas.

Este blog, comenzó estando dedicado solo a las mascotas... pero finalmente, se fue volcando a la ayuda, a la solidaridad, a poder dar lo mejor que tenemos como seres humanos y ayudar a los animales abandonados a encontrar un hogar, a ubicarlos....y a concientizar a muchas personas que quizá, por no haber vivido la maravillosa experiencia que significa tener un animalito a quien brindarle amor y cuidados, no saben lo que significa, y son indiferentes a ellos...

Transcribimos avisos de varias agrupaciones y de personas que individualmente, y sin ningún ánimo de lucro ayudan a los animales, principalmente a mascotas como perros o gatos, a reubicarse, a volver a confiar en los seres humanos pues muchos de ellos han sido maltratados y/o abusados y abandonados.

También en honor y recuerdo de mis amadas mascotas que ya no están: Shary, Mince, Snoopy, por uds, que han sido Seres maravillosos que dieron un sentido hermoso a mi vida, va todo esto

gracias por estar alli, del otro lado y compartir este gran amor por los animales, amarlos, respetarlos, defenderlos! gracias
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